A veces en busca de ti mismo tiendes a aislarte. Escapas a tu lugar favorito. Y si no es posible, de repente te encuentras desviándote del camino de vuelta a casa, luego de un día estresante en el trabajo, de camino a ese escondite de quietud. Nada como un ambiente laboral tan acelerado para que se te olvide hasta comer; o como ese compañero de trabajo chismoso difamándote para culparte de su error, o como ese supervisor maltratante carente de empatía que se aprovecha de tu necesidad económica para amenazar con un “warning” si no te sometes a trabajar “overtime” por tercer fin de semana consecutivo.
Estas realidades del mundo laboral te hacen cuestionar si es todo. ¿Es esto vida? Y escapas inconscientemente tratando de encontrar respuestas a ese escondite de quietud. Parajes imponentes de verdor. Un oasis de olor a terruño y fragancia a paz. Buscándote a ti mismo, miras a la distancia de frente a esa imponente montaña, encuentras todo lo demás que existe.
Esa montaña que se extiende alta hasta el cielo se decora de bosques, lagos y fauna para ayudarte a restaurar tu bienestar del cansancio y toxicidad ambiental en la rutina. Apagas el botón del ruido. Mientras respiras, nutres esas plantas que a su vez perpetúan tu propia vida. En el panorama encuentras claridad, esencia, calma. Estas presente. Eres tan pequeño, pero confiado en que Eres. Con quitarte los zapatos, descansas cómodo en tu propio ser, en comunión con la naturaleza. Internalizas el paisaje con cada suspiro. Hay mucho que hacer, dice el ruido. Pero aquí Eres uno con la montaña y el ruido puede esperar.
Se acerca una nube y recapacitas en todas las tormentas que enfrenta la montaña de pie, firme, centrada. Permanece en calma a la espera del arcoíris al pasar la tempestad. Sale el sol y cantan nuevamente las avecillas. Escuchas las gotas caer de cada hoja, serenas como habiendo cumplido su misión de lavar sus penas.
Pero ya no ves la montaña ajena y distante. Eres parte. Perteneces. El aroma a cuna impregna tu ser. Respiras y fluyes. Te levantas alto por encima de pensamientos agobiantes, del ruido que hay tanto adentro como afuera. Con cada suspiro callas la rutina, preocupación y vacío.
No escapas para huir. Te aventuras a encontrarte, para redefinirte, para levantarte, para no conformarte, para recargar la batería, para negarte a ser uno más. Te desvías de la rutina en busca de ti mismo, en busca de la montaña. Y con una mirada hacia dentro sonríes al ver Eres La Montaña.
Escrito por: Dra. Sandy Mercado-Pagán
Crédito de Video: Taryn Elliot
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